Respiración consciente: cómo concentrarte mejor al escribir (y en tu día a día)

¿Te ha pasado que te sientas a escribir y, en lugar de fluir, tu mente se llena de ruido?
Ideas que van y vienen, notificaciones, tareas pendientes, recuerdos… todo menos lo que quieres decir. Miras la pantalla, te levantas, vuelves a sentarte, revisas el móvil. Cuanto más intentas concentrarte, más se dispersa la atención.

A mí me pasa, y más de una vez. Sobre todo cuando estoy cansado, estresado o con esa sensación de que todo me cuesta más de lo normal. En esos momentos, lo único que a veces me rescata es algo muy simple: parar y respirar. Sin técnicas raras, sin rituales, solo sentarme, cerrar los ojos si hace falta, y respirar un poco más lento, un poco más profundo, como si cada inhalación hiciera espacio dentro de mí.

No es una solución mágica ni algo que haga todos los días, pero cuando estoy demasiado acelerado, cuando no me concentro ni para escribir, ni para leer, ni siquiera para disfrutar una película, la respiración se convierte en un ancla. Una forma sencilla de bajar las revoluciones y empezar de nuevo.

Y por eso escribo esto, no para dar lecciones, sino para compartir algo que a mí, en ciertos momentos, me funciona.

Respiración consciente cómo concentrarte mejor al escribir (y en tu día a día)

Cuando la mente se dispersa: el reto de concentrarse en el mundo actual

Cada vez nos cuesta más estar en una sola cosa, no porque seamos vagos o distraídos, sino porque el mundo no deja de empujarnos hacia mil direcciones. Todo compite por nuestra atención, todo parece urgente, todo interrumpe.

Y escribir, que ya de por sí es un acto que pide tiempo y algo de calma, se vuelve aún más difícil cuando estás con el piloto automático puesto. Te sientas a escribir pero no estás del todo, piensas en lo que tienes que hacer después, en un mensaje que no has contestado, en esa conversación pendiente, en lo que has leído esta mañana, en lo que quizá pase mañana.

Es como si una parte de ti quisiera estar presente, pero la otra no se deja.

Y no hace falta que estés especialmente mal para que pase, a veces ocurre simplemente porque llevamos demasiado rato sin parar, porque hemos llenado cada hueco del día con algo, y la cabeza, por más que tiremos de ella, no responde.

A mí me pasa, escribo sobre la importancia de parar, de mirar hacia dentro, de conectar… pero hay días en los que ni siquiera puedo concentrarme lo suficiente como para poner en orden lo que quiero decir.

Y creo que no tiene tanto que ver con falta de ganas, sino con la forma en la que vivimos. Vamos de una cosa a otra sin respirar, cambiamos de ventana cada pocos segundos, nos acostumbramos a la distracción y luego nos sorprende no poder estar quietos ni media hora con nosotros mismos.

No es un problema nuevo, pero ahora parece más difícil que nunca, porque todo está diseñado para mantenernos activos, estimulados, enganchados. Y escribir, en cambio, pide lo contrario: pide presencia, silencio, una cierta lentitud.

Por eso a veces, antes de escribir, necesito hacer algo que me baje de esa rueda, que me saque de ese ritmo que no es mío, que me devuelva aunque sea un poco de atención, de espacio.

Y una de esas cosas, cuando me acuerdo, es respirar.

Lo descubrí por necesidad, no por moda

No soy de seguir modas, ni de apuntarme a todo lo que se pone de moda en internet. De hecho, cuando algo se empieza a poner demasiado de moda, suelo desconfiar un poco. Me pasa con muchas cosas, también con esto de la respiración.

Durante un tiempo veía vídeos, libros, gente hablando de cómo respirar bien podía cambiarte la vida, y la verdad, no me decía mucho. No porque pensara que era mentira, sino porque no me nacía probarlo. Tenía otras cosas en la cabeza, otras formas de gestionarme, y no me apetecía sumar una más solo porque estuviera de moda.

Pero un día, sin pensarlo demasiado, lo hice. Estaba nervioso, no recuerdo muy bien por qué, pero sí recuerdo la sensación. Tenía esa ansiedad que no te deja estar en paz, como si todo estuviera fuera de sitio, incluso cuando por fuera parece que no pasa nada. Y lo único que se me ocurrió fue sentarme y respirar más lento, nada más. No porque lo hubiera leído, ni porque alguien me lo recomendara, sino porque necesitaba hacer algo que no me pidiera pensar.

Y funcionó, no me cambió la vida ni me iluminó, pero me ayudó. Me calmó un poco. Me permitió seguir con lo que estaba haciendo desde un lugar más tranquilo.

Desde entonces, lo he hecho en más ocasiones. Sobre todo cuando siento que estoy demasiado alterado, cuando no me centro, cuando todo me parece un poco cuesta arriba. No tengo una rutina, ni un horario, ni una técnica fija, simplemente, cuando lo necesito, me acuerdo de que está ahí. Y a veces, solo con eso, ya es suficiente.

No lo descubrí por moda, lo descubrí por necesidad, y a día de hoy, aunque no lo practique cada día, sé que me sirve.

Respirar bien no es lo mismo que respirar mucho

Una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a leer sobre este tema es que muchas veces respiramos mal sin darnos cuenta. No porque no sepamos, sino porque hemos aprendido a hacerlo de forma automática, rápida y superficial. En realidad, más que respirar mucho, lo importante es respirar bien.

Eso lo explica bastante claro James Nestor, un periodista que escribió un libro entero sobre la respiración y que entrevistó a especialistas de todo tipo. Una de las cosas que más repite es que casi todos respiramos demasiado rápido, demasiado alto, y muchas veces por la boca. Y eso, en vez de calmarnos o darnos más energía, hace justo lo contrario: nos acelera, nos agota, nos desconecta.

Una de las prácticas que él menciona es la respiración coherente. Básicamente consiste en respirar a un ritmo más lento, entre cinco y seis segundos para inhalar y lo mismo para exhalar. Suena simple, y lo es. Pero tiene algo que, al menos a mí, me cuadra bastante: no busca que te esfuerces, ni que te concentres demasiado, ni que te pongas en una postura concreta. Solo respirar más despacio, como si todo fuera un poco más lento durante unos minutos.

Lo bueno de esta forma de respirar es que no hace falta que tengas un espacio perfecto ni que te pongas a meditar media hora. Puedes hacerlo sentado, caminando, fregando los platos o mientras esperas que se cargue el ordenador. Es una forma de acostumbrar al cuerpo a un ritmo más tranquilo, y con el tiempo, parece que algo dentro se regula solo.

No hace falta respirar más, hace falta respirar mejor. Y en eso, menos es más.

Ejercicios sencillos que a mí me ayudan

No soy experto en esto, pero hay algunas formas de respirar que he probado y que, cuando estoy nervioso o muy disperso, me vienen bien. No siempre las hago, ni tengo un método, pero las conozco y me sirven como herramienta, sobre todo cuando noto que me cuesta centrarme o estoy a punto de entrar en bucle con algo.

Las comparto por si algún día te pasa lo mismo y quieres probar.

1. Respiración 6-6

Es la más simple. Inhalas contando hasta seis y exhalas contando hasta seis. Puedes hacerlo por la nariz, con la boca cerrada, sin tensión. Al principio puede costar un poco mantener ese ritmo, así que si ves que seis es mucho, puedes empezar por cuatro. Lo importante es que sea lento y regular, sin forzar. Lo bueno es que no necesitas nada más que parar un momento y prestar atención a tu respiración. A veces hago esto mientras camino, otras veces sentado en el sofá. Es como darle al botón de reinicio.

2. Box Breathing (respiración en caja)

Esta la descubrí hace poco y la he usado en momentos en los que me noto especialmente acelerado. La llaman respiración en caja porque sigue cuatro fases iguales: inhalas cuatro segundos, mantienes el aire cuatro segundos, exhalas cuatro segundos, y vuelves a mantener cuatro segundos antes de la siguiente inhalación. La repetición ayuda a que la mente se calme un poco. La he probado antes de escribir o incluso antes de una conversación que sé que me puede remover. Funciona como una pequeña pausa entre el ruido y lo que viene después.

3. Respirar con sonido

Este es el ejercicio que más me costó probar porque al principio me parecía un poco raro, pero tiene algo que lo hace muy efectivo. Se trata de hacer un pequeño zumbido al exhalar, como si cantaras muy bajito o vibraras la garganta suavemente. En yoga lo llaman Ujjayi, pero no hace falta saber nada de eso. Simplemente inhalas por la nariz y al exhalar dejas salir un sonido leve, casi como un suspiro largo con vibración. Me ayuda sobre todo cuando quiero calmarme antes de dormir o cuando siento que la tensión se me queda en el pecho. Es curioso lo mucho que cambia una respiración solo con añadirle sonido.

No solo para escribir

Aunque empecé a prestar atención a la respiración para poder concentrarme mejor cuando escribo, con el tiempo me he dado cuenta de que también me ayuda en otras cosas del día a día. Cosas pequeñas, pero importantes.

Por ejemplo, cuando leo. A veces me pasa que empiezo un libro con ganas pero a los cinco minutos estoy pensando en otra cosa, o directamente mirando el móvil. Si antes de ponerme a leer hago unas cuantas respiraciones lentas, me cuesta menos estar, no digo que me transforme en alguien zen, pero sí noto que leo más seguido, con más calma, como si pudiera entrar mejor en la historia.

También me pasa en las relaciones. Cuando estoy nervioso por algo que tengo que decir, o cuando noto que una conversación se está tensando un poco, respirar antes de contestar me ayuda a no reaccionar desde el impulso. Me da unos segundos que muchas veces marcan la diferencia entre decir lo que siento o soltar cualquier cosa porque estoy nervioso.

Y hasta para ver una peli. Puede parecer una tontería, pero me pasa mucho que empiezo una película y a los diez minutos ya he mirado el móvil tres veces. Si paro un momento antes de empezar, respiro hondo un par de veces y me digo “voy a estar aquí”, es más fácil que me enganche, que la disfrute, que no me disperse tanto.

No es que ahora respire mejor y ya no tenga días tontos, ni mucho menos. Pero hay momentos en los que parar un poco y respirar con intención marca una diferencia. No te cambia la vida, pero te cambia el momento. Y a veces, con eso, ya ganas bastante.

Una propuesta para ti: antes de escribir, prueba esto

No te voy a decir que hagas de esto un hábito, ni que lo conviertas en rutina. Solo te propongo que lo pruebes una vez, a tu manera, sin expectativas.

La próxima vez que vayas a escribir, en vez de empezar de golpe, para un momento. Siéntate cómodo, cierra los ojos si quieres, y simplemente respira un poco más lento de lo normal. Inhala contando hasta seis, exhala contando hasta seis. Hazlo tres o cuatro veces, no más, no necesitas nada más.

Después abre los ojos y escribe, lo que quieras. Puede ser una reflexión, una frase suelta, algo que tengas dentro o algo que no sabías que estaba.

Y luego fíjate si ha cambiado algo, no tiene que ser mucho, solo nota si te has sentido un poco más centrado, más presente, más capaz de conectar con lo que quieres decir.

Puede que no pase nada, o puede que descubras que con solo respirar distinto, también escribes distinto.

Lo que cambia cuando respiramos con intención

A veces creemos que para cambiar algo necesitamos hacer un gran movimiento, una decisión drástica, un antes y un después claro. Pero hay cosas pequeñas, casi invisibles, que tienen más impacto del que parece.

Respirar más lento, con intención, durante un par de minutos, no resuelve todos los problemas, ni te convierte en otra persona. Pero en mi caso, hay momentos en los que me permite estar un poco más presente, pensar con más claridad, escribir sin tanto ruido dentro.

No es magia, es simplemente una forma de volver al cuerpo, de volver al momento. Y desde ahí, todo lo demás se hace un poco más fácil.

Cada persona encuentra sus propios recursos, este es uno de los míos. No lo uso siempre, pero saber que está ahí me da tranquilidad. Y cuando lo necesito, lo uso, sin exigencia, sin obligación, sin misticismo.

Respirar distinto no cambia el mundo, pero a veces, cambia el día. Y con eso, para mí, ya basta.

Que te parece si nos cuentas tu experiencia con la respiración, te ayuda?, no?. Puedes dejar un comentario al resto de comunidad reflexiva.


Un regalo para ti

También puede interesarte

Deja una respuesta