A veces pensamos que madurar es acumular certezas, cuando en realidad es un proceso lleno de pruebas y tropiezos. Durante un tiempo, intentamos encajar en lo que los demás esperan de nosotros, adoptamos máscaras y personajes que nos hacen sentir seguros… hasta que dejan de funcionar.
Esta frase lo refleja bien:
“Madurar tiene muchas caras, pero esta duele y a veces hace reír.”
El verdadero crecimiento aparece cuando entendemos que lo único que realmente nos sostiene es volver a ser nosotros mismos. Quitar las máscaras no significa fracasar, sino atrevernos a vivir con más autenticidad.
Y ahora, antes de seguir, piensa:
¿Qué máscara tuviste que dejar atrás para encontrarte contigo mismo?
Un ejemplo sencillo: alguien que siempre fingía estar bien para no preocupar a los demás. Un día decidió compartir su tristeza con un amigo cercano y descubrió que eso no lo hacía débil, sino humano. Ese gesto abrió la puerta a una relación más sincera.
Escribir algo así en tu diario puede ayudarte a reconocer qué roles estás dejando atrás y cómo eso te acerca a tu verdadero yo. Puedes compartir tu reflexión en los comentarios o guardarla en tu cuaderno personal. No se trata de lo que escribes, sino de lo que descubres mientras lo haces.
