Lo que callaste de niño aún marca tu presente

Lo que vivimos en la infancia no desaparece con los años. Muchas veces, lo que callamos de pequeños —por miedo, por no saber cómo expresarlo, o porque nadie estaba realmente disponible para escucharlo— se queda guardado en lo más hondo, esperando ser reconocido.

Esas vivencias no resueltas pueden marcar la forma en que nos relacionamos hoy. Puede que te cueste confiar, que busques complacer para no ser rechazado, o que levantes muros sin darte cuenta cuando alguien se acerca demasiado. Tal vez nunca aprendiste a pedir ayuda porque te enseñaron a ser fuerte, o aprendiste a no llorar porque las lágrimas molestaban.

No se trata de quedarse anclado al pasado, ni de buscar culpables. Se trata de comprender que lo que no se nombra, a veces se repite. Que el niño que fuiste aún influye en las decisiones que tomas, en lo que temes y en lo que esperas de los demás.

La frase central de esta reflexión lo resume así:

“Lo que callaste de niño aún marca tu presente.”

Mirar hacia atrás con compasión no es debilidad, es madurez emocional. Es preguntarte: ¿qué necesitaba ese niño que fui? ¿Qué heridas siguen abiertas? ¿Qué partes de mí sigo ocultando por miedo a no ser querido?

Puedes escribir sobre alguna situación de tu infancia que crees que aún pesa. ¿Cómo te afectó entonces? ¿Cómo crees que influye hoy en tu forma de amar o confiar?

Sanar no siempre es un proceso grandioso. A veces, basta con abrir espacio para escuchar con ternura lo que durante años nadie quiso oír. Porque cuando el pasado se reconoce, deja de gritar desde el silencio.


Un regalo para ti

También puede interesarte

Deja una respuesta