A veces damos más de lo que recibimos. Seguimos intentando, escribimos mensajes que quedan en visto, sostenemos vínculos que ya no se sostienen solos, aunque algo dentro ya lo sepa, aunque la respuesta haya llegado en forma de distancia.
Esta frase lo dice con claridad:
«Crecer también es dejar de insistir donde ya no hay lugar para ti.»
No siempre es fácil verlo. A veces confundimos el amor con la insistencia, la conexión con el apego, el silencio con una pausa. Pero hay gestos que ya no se repiten, palabras que dejaron de llegar, espacios que dejaron de hacernos sitio.
¿Estás intentando encajar en un vínculo donde hace tiempo que te dejaron fuera?
No tiene que ser algo evidente. Puede ser una amistad que ya no responde igual, una familia que no pregunta cómo estás, un lugar donde sigues poniendo energía aunque ya no te devuelva nada.
No se trata de rendirse. Se trata de reconocer cuándo insistir empieza a doler más de lo que construye, y darte el permiso de soltar sin culpa.
Escríbelo si te sirve. Guárdalo si lo necesitas. Compártelo si lo sientes. No para que otros lo vean, sino para que tú te escuches. Para dejar constancia. Para no olvidarte.
