Los estudios más largos sobre la felicidad lo confirman: no es el éxito, ni el dinero, ni los logros lo que nos sostiene. Es el vínculo. Las personas. La presencia compartida.
Lo más valioso de una vida no se mide en cifras, sino en abrazos. En quién estaba cuando no sabías cómo seguir. En quién te escuchó sin juzgarte. En quién se quedó cuando no tenías nada que ofrecer.
Y sin embargo, a veces lo olvidamos. Posponemos los encuentros, dejamos los mensajes sin responder, asumimos que siempre habrá un “mañana” para decir lo importante. Pero no siempre lo hay.
La frase que podría acompañar esta reflexión es:
“Lo que de verdad llena una vida no es lo que conseguimos, sino a quién tuvimos cerca.”
Piensa un momento:
¿A quién de tu vida necesitas dedicarle más tiempo antes de que sea tarde?
Tal vez un amigo al que hace tiempo no llamas. O un familiar con el que compartes silencios más que palabras. O tal vez alguien a quien nunca le dijiste lo mucho que significó para ti.
Puedes escribir en tu diario sobre las personas que han sido un pilar en tu camino. ¿Sigues cerca de ellas? ¿Se lo has dicho? ¿Les estás regalando tu tiempo, o solo tus restos?
No hace falta hacer grandes gestos. A veces, basta una llamada. Una tarde. Un mensaje que diga: “Estoy aquí”. Porque, cuando todo lo demás se desvanezca, eso será lo que permanezca.
