En medio de las situaciones más difíciles, puede surgir algo inesperado: un pequeño respiro, una rendija por donde se cuela la esperanza.
En los campos de concentración, Viktor Frankl cuenta cómo un grupo de prisioneros celebró con lágrimas y abrazos el simple hecho de no cruzar un puente. Aquel puente llevaba a una muerte segura. No cruzarlo no significaba la libertad, ni la felicidad completa… pero sí una posibilidad, aunque mínima, de seguir vivos. Y eso bastó para que renaciera la esperanza.
Ese momento es profundamente humano. Porque nos recuerda que no hace falta que todo esté bien para sentir un poco de alivio. No hace falta tener todas las respuestas, ni estar en el lugar ideal, ni sentirnos completos. A veces, basta con no estar peor. Con que algo, lo que sea, nos diga que todavía hay un camino.
La frase que sostiene esta reflexión podría ser:
“La esperanza no siempre llega cuando todo está bien, a veces aparece cuando aún no todo está perdido.”
Piensa un momento:
¿Dónde podrías tú elegir hoy ese pequeño respiro, en lugar de esperar a que todo sea perfecto?
Tal vez estés en un momento difícil. Tal vez no se ha resuelto nada, pero ha aparecido una persona, una canción, un gesto, una pausa. Y eso, aunque parezca poco, puede cambiar la forma en que respiras el día.
Puedes escribir en tu diario sobre esa vez en la que algo pequeño te devolvió un poco de esperanza. ¿Qué habría pasado si no lo hubieras notado? ¿Qué parte de ti quiere volver a creer, aunque sea poco a poco?
Puedes compartir tu reflexión en los comentarios o guardarla para ti. No se trata de tener grandes respuestas, sino de sostener lo que se enciende sin que nadie lo note.
