Cuando ser demasiado amable se convierte en una barrera: límites y autenticidad

En la vida solemos pensar que ser amables siempre nos acerca a los demás, pero no siempre es así. Cuando la amabilidad no tiene límites, puede convertirse en una máscara que esconde lo que de verdad sentimos. Decir “sí” a todo evita los conflictos, pero también impide que los demás nos conozcan en profundidad.

El psicólogo Lachlan Brown lo explica claramente: cuando escondemos nuestra vulnerabilidad y evitamos mostrar nuestras necesidades, nunca damos a los demás la oportunidad de acercarse a quienes somos en realidad. La bondad sin límites no siempre construye puentes; a veces, levanta muros invisibles.

La frase central de esta reflexión lo resume así:

“La bondad sin límites no siempre acerca; a veces, aleja.”

Imagina a una persona que siempre está disponible para ayudar, incluso cuando se siente agotada. Sus amigos la aprecian, pero rara vez se detienen a preguntarle cómo está de verdad. Su amabilidad constante, en lugar de acercar, ha creado una distancia: nadie logra ver su vulnerabilidad, porque ella misma la oculta tras el “sí” automático.

Piensa un momento:
¿Dónde confundes ser amable con no ponerte límites?

Tal vez en tu trabajo, aceptando responsabilidades que no te corresponden. O en tus relaciones, priorizando siempre a los demás y dejando tus propias necesidades en segundo plano. Reconocerlo no significa dejar de ser amable, sino aprender a serlo sin perderte a ti mismo.

Puedes escribir en tu diario sobre una situación en la que dijiste “sí” cuando en realidad querías decir “no”. ¿Qué habría cambiado si hubieras expresado tus límites con claridad?

Puedes compartir tu reflexión en los comentarios o guardarla en tu cuaderno personal. No se trata de lo que escribes, sino de lo que descubres mientras lo haces.


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